sábado, setembro 11, 2010
John Cheever
"Los meses de tratamiento contra el cáncer lo habían dejado calvo, encogido y en un estado de acusada fragilidad, pero su voz se mostró firme cuando tomó la palabra. En su diario, se había referido a esta situación como su «Éxodo», y se recordaba a sí mismo que la literatura era «la salvación de los condenados». Con toda seguridad, ésa era la moraleja de su propia existencia, así como la esencia de lo que dijo ese día en el Carnegie Hall. «Una página de buena prosa», declaró, «siempre será invencible». Como recordaba John Updike: «Todos los acólitos literarios allí reunidos se quedaron en silencio, asombrados ante una fe semejante».
Un día acabó sentado junto a un vagabundo, ambos se arrimaron el uno al otro y compartieron una botella de vino peleón. Cuando un policía lo amenazó con detenerlo, Cheever le lanzó una mirada legañosa cargada de aristocrática indignación: «Me llamo John Cheever», farfulló, «y usted se ha vuelto loco».
«El triunfo de Cheever es el de un hombre en la sesentena», dijo Bernard Malamud con respecto a la milagrosa resurrección de su colega. «Lo estaba pasando fatal… pero se mantuvo en su sitio. Y a fuerza de voluntad y de la gracia que confiere la literatura, se salvó a sí mismo». "
Escribía ensañándose en su inseguridad sobre el valor de su literatura y en un sentimiento de inferioridad y de miedo al fracaso y a la humillación que no lo abandonó ni cuando tuvo un éxito indudable, en aquellos años finales en que su cara aparecía en las portadas de los semanarios influyentes y sus libros escalaban en las listas de ventas.
posted by Luís Miguel Dias sábado, setembro 11, 2010