quinta-feira, abril 14, 2005
El último año de mi padre * (3)
"De hecho, desde que comenzó a escribir Thomas Mann no había tenido «vacaciones». Sólo cuando emprendía viajes para dar conferencias o cuando guardaba cama, es decir, cuando tenia fiebre, interrumpía su trabajo, que ahora en Sils condicionaba su jornada, lo mismo que en casa.
Las galeradas del «Krull» llegaban constantemente y consumían tiempo. Pero las primeras horas de la mañana estaban consagradas al «asunto principal», que, por el momento, se llamaba Versuch über Tschechow [Ensayo sobre Chéjov]. Cuando lo acabó, nos leyó en su bonito cuarto de la esquina, con la terraza y el panorama que hacia abajo se hundía en la Chasté, y, hacia arriba, se remontaba hacia el Fextal.
Antón Chéjov, el maestro ruso de la short story, el autor de Tío Vania y La gaviota, podría creer-se que Thomas Mann se interesase tanto por su vida y por su obra como lo hizo en el Ensayo? La simpatía más natural se expresa en estas páginas, que dicen sobre quien las escribió casi tanto como sobre su tema.
«Deseo manifestar -dice al final- que he escrito estas líneas con profunda simpatía. Esta obra creadora me ha seducido. Su ironía frente a la gloria, su escepticismo frente al sentido y el valor de su obra, su falta de fe en su grandeza poseen una grandeza silenciosa, modesta. ´El descontento consigo mismo -dijo- constituye un elemento básico de todo verdadero talento`. Pero en esta frase la modestia se expresa de manera positiva. `Alégrate de tu descontento -dice-. El demuestra que tú vales más que los autosatisfechos; que tal vez eres incluso grande`. Pero esto no introduce cambio alguno en la sinceridad de la duda, de la insatisfacción. Y el trabajo, el trabajo fiel, incansable, hasta final, teniendo conciencia de que no se sabe dar respuesta a las preguntas últimas, y sintiendo remordimientos de engañar al lector: todo eso sigue siendo una extraña obstinación.»
De improviso el «él» se ha cambiado aquí en un «se» impersonal, y aunque éste no acaba de transformarse en un «yo», tal re-personificación sólo deja de mostrarse en el plano gramatical; pero en cuanto al contenido, sí se ha realizado.
«Así es -concluye mi padre-; uno deleita con historias a un mundo perdido, sin señalarle jamás la huella de una verdad salvadora. Para la pregunta de la pobre Katia (en Una historia aburrida, de Chéjov): ´Que debo hacer?`, sólo se tiene una respuesta: ´Por mi honor y mi conciencia, yo no lo sé.` Y, sin embargo, se trabaja, se cuentan historias, se da forma a la verdad y con ello se divierte a un mundo necesitado, con la oscura esperanza, casi con la confianza de que la verdad y la forma placentera producen sin duda un efecto liberador en el alma, y de que uno puede preparar al mundo para una vida mejor, más bella, más ajustada al espíritu.»"
* por Erika Mann
Thomas Mann (trad. Andrés Sánchez Pascual), Relato de mi vida, Alianza Editorial, 1990.
posted by Luís Miguel Dias quinta-feira, abril 14, 2005