sexta-feira, março 04, 2005
Relato de mi vida (2)
"Por la escuela sentía aborrecimiento, y nunca me sometí a sus exigencias. La despreciaba como ambiente, criticaba los modales de sus directivos y pronto me encontré en una especie de oposición literaria a su espíritu, a su disciplina y a sus métodos de enseñanza. Mi indolencia, acaso necesaria para mi particular desarrolo; mi necesidad de disponer de mucho tiempo libre para estar ocioso y leer con tranquilidad; una verdadera pereza de mi espíritu, que todavía hoy padezco, me hicieron odiar la sujeción escolar, llevándome a hacer tercamente caso omiso de ella. Es posible que la rama humanística hubiese estado más acorde con mis necesidades espirituales. Pero como se destinaba a comerciante -e incluso, originariamente, a heredero de la empresa-, asistía a los cursos no humanísticos del «Katharineum». Sin embargo, permanecí allí sólo hasta conseguir el diploma que me autorizaba a hacer un único año de servicio militar como voluntario, es decir, hasta el momento de pasar al quinto curso. Duarnte casi todo el tiempo que duró este período estacionario y desagradable de mi vida, una gran amistad me unió con el hijo de un librero, declarado en quiebra y ya fallecido, amistad que se fortalecía con los sarcasmos y las burlas absurdas, de un humor negro, que lanzámabos contra el «todo» y, en especial, contra «el estabelecimiento» y sus funcionarios.
El último año de mi padre * (1)
«Cuando uno es viejo y debe morir -me dijo una vez, estando todavía en California- hay tantas cosas que le agobian a uno... Una angustia grande y una melancolía inmensa se ciernen sobre mis días postreros.»
Esto ocurría allá, pero por fin -ésta es mi confiada creencia- este sentimiento se había desvanecido, como la niebla vespertina que se diluye y vuelve transparente cuando el cielo se precipita amistosamente en la noche. Y la frase de Próspero, esa frase terrible: And my ending is dispair, que le desgarraba el corazón cuando pensaba en su proprio fin, al final no volvimos a oírsela.
La muerte fue bondosa con él, y ya el año en que murió estuvo iluminado y caldeado por la gracia, por la misma gracia que se le concedió en esta frase la modestia se expresa de manera positiva. ´Alégrate de tu descontentamento -deice-. El demuestra que tú vales más que los autosatisfechos; que tal vez eres incluso grande`. Pero esto no introduce cambio alguno en la sinceridad de la duda, de la insatisfacción. Y el trabajo, el trabajo fiel, incansable, hasta el final, teniendo conciencia de que no se sabe dar respuesta a las preguntas últimas, y sentiendo remordimientos de engañar al lector: todo eso sigue siendo una extraña obstinación.»"
* por Erika Mann
Thomas Mann (trad. Andrés Sánchez Pascual), Relato de mi vida, Alianza Editorial, 1990.
posted by Luís Miguel Dias sexta-feira, março 04, 2005