segunda-feira, janeiro 31, 2005
Reflexiones sobre mi oficio (1)
El cautivo y el aviador
"El Dreyer periodista nos revela al hombre apasionado por la aviación* y al hombre encerrado en un tribunal. Entre estos dos polos antagónicos, a partir de estas dos caras del hombre ("el cautivo y el aviador", según expressión del mismo Dreyer), viajan interminablemente los Escritos, sin decidirse jamás a eliminar a un campo en favor del otro. A la medida de su cine. De una parte el aviador, el cineasta de los exteriores, de la luz, de los decorados y de los elementos naturales (paisajes, aire, viento, lluvia) y de la otra, el de los interiores cerrados, de la escena teatral, del tribunal: el cara a cara entre los jueces y el acusado, el bloqueo de la mirada por el juego campo-contracampo, los espectadores exteriores y presentes en la acción, dentro de la sala. Los Escritos de Dreyer, a igual título que sus películas, se nutren de contrastes a los que él no les verá jamás la solución. El cine de Dreyer, y sus Escritos se hacen eco de ello, es el testimonio activo de esta coexistencia imposible, atravesado de parte a parte por la configuración y la conflagración de esos dos extremos en el seno de un solo y único movimiento: el decorado natural y el estudio, el teatro y el cine. Ésta es la tensión que le cine de Dreyer vive hasta sus últimas consecuencias. Incluida también en la elección de los actores: contraste incesante entre los cuerpos ligeros, flotantes, siluetas evasivas y aéreas, de contornos lisos, que se deslizan a lo largo de una superficie, ondulantes como una sombra sobre el agua, de rostros redondeados, hinchados como un balón, con los ojos desmesuradamente dilatados, chocando con rostros de rasgos duros, de mirada penetrante y cuerpos pesados, de una velocidad de inercia que sólo tiene parangón en el aparato que la acciona (cuerpos de la institución, representantes del poder). El lugar del plano es más que la observación de un duelo entre fluidez y envaramiento, agilidad y lentitud. Más allá del conflicto de las líneas, está la masa en movimiento. El plano dreyeriano -ése, largo y felino, de Ordet (La palabra, 1955) o de Gertrud- es un auténtico campo magnético cuyos movimientos de influencia registra una cámara infinitamente ligera y móvil con precisión sismográfica. La cuna del plano es un campo de propagación de poderes y de fuerzas, un reparto de los cuerpos entre masa y velocidad, una secuencia de movimientos internos, un juego de atracción y repulsión, que acciona la distância (la que separa y asocia a los personajes, de igual manera que les separa y les ata a la cámara) todos los desplazamientos de los personajes.
* Véase "Dreyer journaliste", Cahiers du cinéma, n.207, pags. 23-31."
Charles Tesson in Carl T. Dreyer, Reflexiones sobre mi oficio, Ediciones Paidós, 1999.
posted by Luís Miguel Dias segunda-feira, janeiro 31, 2005