terça-feira, agosto 17, 2004
dos gigantes que a mjo fez referência, o ponto uno. Bellow por Coetzee.
El legado de Bellow
Uno. Entre los novelistas estadounidenses de la segunda mitad del siglo XX, Saul Bellow sobresale como uno de los gigantes, quizá el gigante. Su periodo principal abarca desde comienzos de los años cincuenta (Las aventuras de Augie March) hasta mediados de los setenta (El legado de Humboldt), aunque todavía en 2000 publicaba una narrativa notable (Ravelstein). La Bbiblioteca de Estados Unidos ha publicado ahora los tres primeros libros de Bellow en un único volumen de mil páginas: El hombre en suspenso (1944), La victima (1947) y las aventuras de Augie March (1953). Bellow se convierte, por consiguiente, en el primer escritor de narrativa que recibe en vida el imprimátur de la biblioteca.
El hombre en suspenso es una novela corta en forma de diario. El escritor del diario es un joven de Chicago, Joseph, licenciado en Historia en paro, mantenido por su esposa, que trabaja. Es el año 1942, Estados Unidos está en guerra, y Joseph permanece en suspenso mientras espera que lo llamen de la junta de reclutamiento. Usa su diario para explorar cómo ha llegado a ser lo que es, y en particular para entender por qué, hace aproximadamente un año, abandoná los ensayos filosóficos que estaba escribiendo para empezar también a oscilar en otro sentido.
Tan enorme parece la brecha entre su yo de ahora y ese yo impetuoso e inocente que era en el pasado, que se considera el doble del Joseph anterior, vestido con sus ropas gastadas. Aunque el anterior yo de Joseph había sido capaz de funcionar en sociedad, de estabelecer un equilibrio entre su trbajo en una agencia de viajes y sus estudios eruditos, estaba preocupado por una sensción de alejamiento del mundo. Desde su ventana vigilaba la perspectiva urbana: chimeneas, almacenes, carteles publicitarios, coches aparcados. ¿ Acaso ese entorno no deforma el alma? "Dónde había una partícula de lo que, en otra parte, o en el pasado, había hablado a favor del hombre?... ?Qué diría Goethe de la vista que se tiene desde esta ventana?"
Puede parecer cómico que en el Chicago de los años cuarenta alguien estuviera ocupado con unas divagaciones tan grandiosas, dice Joseph, el escritor del diario, pero en cada uno de nosotros hay un elemento cómico o fantástico. Mas reconoce también que al burlarse de la filosofia de Joseph está negando su mejor yo.
Aunque desde el punto de vistaabstracto el anterior Joseph está dispuesto a aceptar que el hombre es agresivo por naturaleza, no detecta en su corazon más que amabilidad. Una de us ambiciones más remotas es fundar una colonia utópica donde se pudieran prohibir el resentimiento y la crueldad. Por sonsiguiente, desfallece cuando se ve alcanzado por arrebatos de violencia impredecible. Pierde la paciencia con su sobrina adolescente y le da um azote, indignando a los padres de la chica. Mal trata a su casero. Le grita a un empleado de banco. Parece ser "una especie de granada humana a la que le hayan retirado la anilla" ¿Qué le está ocurriendo?
Un amigo artista le dice que la ciudad monstruosa que los rodea no es el mundo real: el mundo real es el del arte y del pensamiento. Joseph respeta esta postura: al compartir con otros los productos de su imaginación, el artista permite que una suma de individuos solitarios se converta en una especie de comunidad.
Desgraciadamente él, Joseph, no es un artista. Su único talento es el de ser un buen hombre. ¿Pero de qué sirve ser bueno? "La bondad no se consigue en un vacío, sino en compañia de otros hombres ayudado por el amor". Mientras que "yo, en esta habitación, separado, alienado, desconfiado, no encuentro en mi prpósito un mundo abierto, sino una cárcel cerrada e irremediable".
En un convincente párrafo, Joseph, el escritor del diario, relaciona sus brotes de violencia con las insoportables contradiciones de la vida moderna. Con el cerebro lavado hasta hacernos creer que cada uno de nosotros somos un individuo de valor inestimable y con un destino individual, que no hay límite a lo que podemos conseguir, partimos en busca de nuestra grandeza individual. Al no encontrarla, empezamos a odiar inmoderadamente y a castigarnos a nosotros mismos y a los demás inmoderadamente. El temor a quedarnos nos persigue y nos enloquece... Provoca un clima interior de oscuridad. Y ocasionalmente sale de nosotros una corriente de odio de lluvia hiriente.
En otras palabras, al convertir al Hombre en el centro del universo, la Ilustracion, especialmente en su fase romántica, nos impuso unas exigencias psíquicas imposibles, que tienen como resultado no sólo pequeños arrebatos de violencia como los suyos, o aberraciones morales como la busqueda de la grandeza a través del crimen (véase el Raskolnikov de Dostoievski), sino también quizá la guerra que está consumiendo el mundo. Por eso, en un movimiento paradójico, Joseph, el escritor del diario, finalmente deja su lápiz e se alista. El aislamiento impuesto por la ideologia del individualismo, concluye, redoblado por el aislamiento del examen de conciencia, lo ha puesto al borde de la locura. Quizá la guerra le enseñe lo que ha sido incapaz de aprender de la filosofia. Y asi termina su diario con el grito:
¡Vivan las horas regulares!
¡Y el control del espíritu!
¡Larga vida a la reglamentación!
Joseph traza una línea entre el mero individuo obsesionado por sí mismo que lucha con sus pensamientos, y el artista que mediante la facultad demiúrgica de la imaginación convierte sus pequenõs problemas personales en preocupaciones universales. Pero la pretensión de que las muchas íntimas de Joseph sean meras entradas de diario pensadas sólo para sus ojos apenas se sostiene. Porque entre las entradas hay páginas ? que en su mayoría presentan escenas de la ciudad, o esbozos de las personas con las que Joseph se encuentra ? con una elevada dicción y una inventiva metafórica que las delatan como productos de la imaginación poética que no sólo exigen un lector, sino que también extienden la mano en busca de un lector o lo crean. Joseph puede fingir que desea considerarse a sí mismo un estudioso fracasado, pero sabemos, como él debe de sospechar, que ha nacido escritor.
El hombre en suspenso ofrece mucha reflexión y poca acción. Ocupa el incómodo terreno entre la novela corta propiamente dicha y el ensayo personal o la confesión. Diversos personajes entran en escena e intercambian palabras con el protagonista pero, aparte de Joseph y sus dos manifestaciones incompletas, no hay personages propiamente dichos. Tras la figura de Joseph se puede distinguir a los solitarios y humillados ofinistas de Gogol y Dostoievski, mascullando la venganza; el Roquentin de Náusea de Sartre, un erudito que vive una extraña experiencia metafísica que lo separa del mundo; y el solitario joven poeta de los Cuadernos de Malte Laurids Brigge, de Rilke. En este corto primer libro, Bellow todavía no ha desarrollado un vehículo adecuado para el tipo de novela hacia el que siente que se dirige, una novela que ofrezca las acostumbradas satisfacciones novelísticas, incluida la implicación en lo que parece un conflicto de la vida real en un mundo real, y que sin embargo deja al autor libre para desplegar su lectura de la literatura y el pensamiento europeos y explorar los problemas de la vida contemporánea. Porque ese paso en la evolución de Bellow tendrá que esperar a Herzog (1964).
J.M. Coetzee in Babelia.
posted by Luís Miguel Dias terça-feira, agosto 17, 2004