segunda-feira, abril 12, 2004
"Sobre la historia natural de la destrucción" 2
"Los testimonios alemanes de esa época [pós 2ª Guerra Mundial], que apenas que aenas se remonta una genaración, son tan escasos y dispersos que, en ma colección de reportajes publicada por Hans Magnus Enzensberger en 1990 Europa in Trümmern (Europa en ruinas), sólo periodistas y escritores extranjeros toman la palabra, con trabajos que hasta entonces en Alemania, significativamente, apenas se habían conocido. Los pocos relatos en alemán procedían de antiguos exilados o de otros marginales com Max Frisch. Los que se quedaron en casa y, como por ejemplo Walter von Molo y Frank Thiess en la deplorable controversia sobre Thomas Mann, gustaban de decir que, a la hora de la desgracia, habían aguantado en su patria mienras otros contemplaban la función desde sus asientos de palco en América, se abstuvieron casi por completo de comentar el proceso y el resultado de la destruccion, sin duda en gran parte por miedo de caer en desgracia con las autoridades de ocupación si sus descripciones eran realistas. En contra de la suposición general, el déficit de transmisión de lo contemporáneo tampoco fue compensado por la literatura de la posguerra, deliberadamente reconstituida desde 1947, de la que hubiera cabido esperar alguna luz sobre la verdadera situación. (…)
Incluso la muy nombrada literatura de las ruinas, que se había fijado programáticamente un sentido insobornable de la realidad y, según confesión de Heinrich Böll, se ocupaba pricipalmente «de lo que… entramos al volver a casa», resulta sr, bien mirada un instrumento ya afinado con la amnesia individual y colectiva, probablemente influido por una autocensura preconsciente, para ocultar un mundo del que era imposible hacerse ya una idea. A causa de un acuerdo tácito, igualmente válido para todos, no había que describir el verdadero estado de ruina material y moral en que se encontraba el país entero. Los aspectos más sombrios del acto final de una destrucción, vividos por la inmensa mayoria de la población alemana, siguieron siendo un secreto familiar vergonzoso, protegido por una especie de tabu, que quizá no se podia confesar ni a uno mismo. De todas las obras literarias surgidas a finales de los cuarenta, la novela de Heinrich Böll El ángel callaba es en realidad la única que da una idea aproximada de la profundidad del espanto que amenazaba apoderarse entonces de todo el que verdaderamente mirase las ruinas que lo rodeaban. Al leerla resulta evidente enseguida que precisamente ese relato, impregnado al parecer de una irremadiable melancolía, era demasiado para los lectores de la época, como pensaba la editorial y sin duda también el proprio Böll, y por ello no se publicó hasta 1992, casi cincuenta años más tarde. De hecho el capítulo diecisiete, que describe la agonía de la señora Gompertz, es de un agnosticismo tan radical que incluso hoy resulta dificil de olvidar. La sangre oscura, de grumos pegajosos, que en esas páginas brota a raudales y entre espasmos de la boca de la moribunda, se expande por su pecho, tiñe las sábanas y cae al suelo, formando un charco que se extiende rápidamente, esa sangre como tinta y, como el propio Böll subraya, muy negra, es el símbol de la acedia cordis contra la voluntad de sobrevivir, la depresión lívida, imposible ya de eliminar, en que hubieran tenido que caer los alemanes ante semejante final."
SEBALD, Winfried Georg, "Sobre la historia natural de la destrucción", Barcelona, Anagrama, 2003.
posted by Luís Miguel Dias segunda-feira, abril 12, 2004